rorschach y búho: KRIS JACQUE
nixon y vampirette: THE LEFT HAND
ESTA PRIMAVERA EL AMIGO DILDO ME
HA DESCUBIERTO EL COMIC “WATCHMEN”
Y
(a Nicolás Sicodelo, mi daimon)
Mi buen demonio nació aquel verano tanático
del 69 (mi mejor verano), cuando la mutación (hasta el momento agazapada tras
el cristal) entró en mi vida para quedarse (yo la invité a entrar y lo hizo -en
formato de bolsillo, editada por Vértice-), entre dos decenas de gatos, olor a
eucaliptos, alcohol de romero, anfioxos, rumor del mar, bocadillos de pimientos
y aquella teenager rubia que me seducía y torturaba
en las lindes del bosque (pocos años después me la volvería a encontrar en
Como ya he dicho alguna vez, siempre que el entorno se
convulsiona yo vivo mis mejores momentos: ocurrió en el 77, entre el 81 y el
84, entre el 93 y el 95, o el 11S de 2001 (fecha en que formalicé
simultáneamente la grabación de dos discos: SANGRE SABIA y LOS FANTASMAS DEL PARAISO, que, si en su momento no supusieron un hito a
nivel profesional, fueron el material del que se nutriría en buena medida mi
actual singladura, al preparar el disco de LOS FANTASMAS... la coyuntura por
donde Charlie Mysterio
entró en mi vida y al aportar SANGRE SABIA temas –SUNSET
BOULEVARD, ESPEJISMO- que, reelaborados, hoy son piezas angulares en nuestro
nuevo repertorio). En los años que configuran el pesimismo argumental de WATCHMEN (años de rearme sin precedentes a los dos lados
del telón de acero, de creciente resignación ante una posible hecatombe
nuclear, de guerra de las Malvinas, de eufóricos alardes de ferocidad por parte
de
Luigi me ha insistido en que no vea la película, que le pareció
una mierda en relación al cómic. En éste (tan lleno de guiños a tantas cosas: millonarios aventureros como Bruce Wayne y Tony Stark,
mercenarios como Nick Fury,
golems melancólicos como la primera Antorcha Humana,
Soñé una noche, en pleno período de lectura, con un casting para una película ideal sobre WATCHMEN:
Harold Ramis (Búho
Nocturno), Mickey Rourke (Rorschach), Brad Pitt (Ozimandias), Dennis Farina
(Comediante), Charles Durning (el kioskero),
Anthony
Hopkins (Nixon
–su encarnación en el film de Oliver Stone me sigue
pareciendo insuperable, con ese toque shakespeariano-),
Alicia
Coppola (Silueta –personaje femenino que
en mi sueño adquiría un especial protagonismo y que encuentro mucho más
sugerente que las dos Silk Spectre,
a quienes soñé con los físicos de Marg Helgenberger para
la madre y de Missy Peregrym para la
hija-), Zeljko Ivanek (Moloch)... Y en el sueño sólo concebía un
Doc Manhattan (pero supongo
que, dadas sus actuales condiciones físicas, aquí el anacronismo sería
flagrante).
Putin me atrae y concita mi veneración porque ha hecho sin la
menor vacilación lo que Nixon no supo, no pudo o no
quiso (y con ello nos condenó a todos, al provocar su caída y mantenernos en
estado de orfandad, abriendo las puertas de la decadencia neumática,
desterrando el incentivo tanático que acabaría
colándose de rondón de todas formas en forma de plaga virulenta y transgénica, de nuevos utopismos arcádicos –ahora
procedentes del secarral como antes surgieron de la jungla y esta vez sin el
menor lazo moebiano con la dialéctica occidental-, de
hambre sin el paliativo de la esperanza que les daba el odio insurgente a los
anticoloniales, o los armarios forrados de púas donde los homosexuales más
capaces adoraban a Kurtz y se vaciaban en seminal
cascada de ensayos y análisis antihumanistas, o el
miedo sanamente perpetuo a
Nixon es el auténtico superser de WATCHMEN (¿supervillano, superhéroe?
–desde mi mirada soreliana diría que las dos cosas: y
el azulenco Doc Manhattan
es como su alter ego replicante, su realidad paralela sita en esta misma
realidad, su proyección robocópica como ese megacuerpo de titanium que lucía
en FUTURAMA tras ganar las elecciones por aplastante
mayoría, pero también su gemelo enquistado como en aquella historia
post/apocalíptica de Philip K. Dick-).
Los enmascarados no son más que (como yo) ángeles caídos en la azotea
nostálgicos de esa esencia semidivina que un día
(creen) poseyeron (me vienen a colación aullidos de mi daimon
aparecidos en el número final de la saga corazonesca
y que explican el impactante regusto a deja vu dejado
en las papilas de mi alma por la lectura de este cómic: Si vierais a un tipo enmascarado en lo alto de una azotea dispuesto a
emprender un combate prometeico (para algunos
heroico, para otros villanesco), de seguro que no lo tomaríais en serio. Con
ademán de barrenaros la sien y una sonrisa displicente, le daríais la espalda y
seguiríais vuestro camino. Tal vez os sentiríais tentados de llamar a la
policía. Tal vez indagaríais en busca de una cámara oculta. Tal vez trataríais
de recordar si
Vuestra
ciudad no es Gotham. Hay recodos oscuros, gárgolas
solemnes en determinados edificios de la zona centro, una lluvia fina y persistente,
secretarias anónimas atormentadas por sus superiores, criaturas deformes
anidando en los túneles de alcantarillado, muchachitos callados que rumian una
pena terrible desde la cuna, técnicos implacables que encajan el mundo en el
lecho de Procusto de sus gráficos, delincuentes
compinchados con agentes de la ley, subversivos unidimensionales que juegan su
rol como más le place al sistema (esto es, siendo previsibles, pavlovianos, subversivamente correctos, incapaces de
sorpresa alguna en su actuar)... Todo eso se encuentra en vuestra ciudad. Pero
vuestra ciudad no es Gotham.
No
existen los ángeles con alas de murciélago y corazón gatuno, a caballo entre la
justicia y la venganza, oteando hormigas humanas desde los tejados. No existen
las mutaciones ni los replicantes que aúllan su dolor de desclasados cósmicos
las noches sin luna con una sensibilidad que los ciudadanos normales
hace mucho que perdieron.
No puede concebirse que el tipo enmascarado de la azotea esté allí para otra cosa sino la diversión (la burla, la cuchufleta) de los transeúntes. No resulta admisible que su presencia pueda regenerar algo.
Las
gentes, como muñecos de un belén, cumplen puntualmente sus cometidos, hasta los
más extremos (hay burócratas de la tortura como los hay del molotov; los hay de
la intoxicación parapolicial como los hay del
exabrupto radikal; los hay del graffiti svástico como los hay de la camiseta con el Che: todos
gravitando equilibrados en un combate de tablas que parece no tener fin). Dan
la espalda a lo imprevisto. Cuando llegue la gran catástrofe (algo que
solamente está en manos de la naturaleza o de los dioses -esos seres que, de
cuando en cuando, por su carisma más grande que la vida, logran romper
la rutina y dan un empujón a
El ángel
con alas de murciélago lo sabe y soporta las risas, las burlas, las
cuchufletas, con estoicismo. Bajo la fina, persistente lluvia)
Pero al final Nixon y los Vigilantes son perecederos en tanto que
avatares y solamente la mutación como numen y omen,
rascando la ventana, demandando nuestro permiso, ofreciéndonos su desnudo
destemplado en lava frappé, febril y gélido a un
tiempo (esos íntimos aromas a légamo primordial -y esa sublime y arcana mezcla
de ternura y pedagogía-), nos acompañará siempre, hasta más allá de la tumba,
oteando en nuestras inseguridades desde el podio de sus ojeras, brindándonos su
sonrisa llena de costras para que nos perdamos en un boca a boca interminable,
irrespirable, definitivo. Petra Pánica, que estás en las sombras, cuida de